Cuenta
la leyenda que un mozo de Valverde de la Vera se enamoró de una mujer, María.
Su historia de amor era de película, como si fuera un sueño, verdadero. Este
hombre de campo decidió prometerle amor eterno y ¿de qué manera se hacen
promesas en Valverde de la Vera?, EMPALÁNDOSE. Se trata de un rito sagrado, que
nunca se ha dejado de cumplir, solamente la muerte lo puede impedir.
Antes
de la noche del Jueves Santo, esta pareja decidió cerrar su periodo de amor y
dejarlo para seguir sus caminos. No se hablaban, no se miraban, pero quizás,
las únicas miradas que cruzaban por esas sinuosas calles, eran de odio, de
despecho. Dejaron su relación, pero al llegar la Semana Santa debían terminar
con esa promesa, estaban obligados a cumplirla.
Decidieron
dejar preparadas las cosas en casa de un amigo que tenían en común. Ella llevó
los farolillos, el aceite, la mecha, un velo y un vestido oscuro. Esa noche
decidió no llevaría zapatos para salir descalza. Él, sin embargo, había llevado
lo suyo: un timón, una soga de esparto, unas espadas, las vilortas o cadenas de
hierro, látigos, enaguas, velos y trapos blancos.
El
jueves santo, tras terminar los oficios de la iglesia, él se fue para casa, la
angustia y los sentimientos llenaban su cuerpo. Era una noche de sacrificio,
una noche sobrecogedora. Este joven se encuentra en la habitación, casi
desnudo, se azota la espalda con cuerdas llenas de nudos y vidrios molidos para
provocarse llagas. Comienza el ritual. Lleno de sangre y dolor es cubierto por
unas enaguas, comienza a ser rodeado por una soga de esparto, la cual sujeta
también sus brazos alrededor del timón. Esto es empalarse. Los más íntimos
presenciaban este ritual. Antes de salir las vilortas son colocadas en los extremos
de los brazos y a las espaldas se colocan las espadas, siempre mirando a Dios.
El velo blanco sobre la cabeza, que no falte
El
Vía Crucis comienza y todo queda en un silencio sepulcral. Él va delante como
empalao y ella, María, va acompañándole en el camino mientras alumbra con su
farolillo. Reza para que no caiga y siga adelante. Tras un largo recorrido él
ya se encuentra cansado, pero saca fuerzas desde lo más profundo, siente frío y
su cuerpo se encuentra dormido.
Al
terminar el camino, él la pregunta que por qué le ha abandonado, y ella le
responde: “¡A tus manos encomiendo mi espíritu!”. Inclinando las cabezas, se
abrazan y se besan.
Como toda
historia de amor, se casaron y fueron felices para to

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