miércoles, 5 de junio de 2019
LA ALCAZABA DE JEREZ DE LOS CABALLEROS Y SU LEYENDA
El emplazamiento estratégico de Jerez es tomado por los musulmanes en el 711, quienes comienzan la fortificación de este lugar, punto de acceso y control entre Sevilla y Badajoz.
Tras cambiar varias veces de manos, en 1230 es reconquitada por Alfonso IX de León, quien la cede a la Orden del Temple. Son los templarios los que llevan a cabo la construcción de una alcazaba dentro de un gran recinto amurallado. Además, esta Orden la convierte en sede del baylato, dándole así un impulso definitivo en el crecimiento y convirtiéndose en uno de los núcleos mas importantes de la Orden de toda la península.
Con la disolución de la Orden del Temple en 1312, que tuvo en Jerez uno de sus núcleos de resistencia más encarnizados, la fortaleza pasa a la Orden de Santiago, añadiéndosele a la villa el apellido "de los Caballeros". Es su época de mayor esplendor. En 1525, el emperador Carlos V le concede el título de "Muy Noble y Muy Leal Ciudad", entre otros privilegios.
El recinto amurallado en el que se inserta la Alcazaba fue construido en el siglo XIII por los Templarios sobre la antigüa fortificación árabe. Constaba de un muro de 1.700 metros que encerraba 15 hectáreas, flanqueado por 26 torreones de los que se conservan 18, y 6 puertas. En uno de sus extremos se levantó la Alcazaba, con forma de pentágono irregular y dotada de 6 torres cuadradas y almenadas donde destaca la Torre del Homenaje.
LEYENDA DE LA TORRE SANGRIENTA DE JEREZ DE LOS CABALLEROS
Jerez de los Caballeros fué el último bastión defensivo de la Orden del Temple en el suroeste extremeño. Hasta el apellido del pueblo lo toman de los Templarios. Un pueblo de calles estrechas, de piedras talladas por la historia.
Situada estratégicamente sobre una colina se alza una fortaleza de origen musulmán compuesta por torreones defensivos, entre los que destaca la torre del Homenaje, más conocida como Torre Sangrienta.
Se afirma que en ella fueron degollados los últimos templarios rebeldes, medio centenar de caballeros que se resistieron a entregar la Villa de Xerez al rey Fernando IV de Castilla. Sus cuerpos, desangrándose, fueron arrojados desde sus almenas.
Cuenta la leyenda que antes de morir hicieron un solemne juramento ante Dios: que volverían de su tumba para galopar en sus caballos hacia los Santos Lugares, proteger de nuevo los caminos y defender a los peregrinos.
Por eso afirman que en las noches sin luna, al sonar las 12 campanadas, los templarios regresan de sus tumbas blandiendo sus espadas, preparados para acudir a Tierra Santa y cumplir su juramento.
Y aunque nunca nadie los ha visto, hay quien asegura que aún hoy se les oye silbar. Silban sin descanso llamando a sus cabalgaduras. Silban hasta el amanecer, cuando los templarios muertos se retiran de nuevo entristecidos a la Torre Sangrienta, incapaces de cumplir su juramento porque los caballos no han acudido a su llamada.
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